“Usted, cosaquito, es el que siempre tiene razón.”, respondía Josefa Dominga Balcarce de San Martín ante los consejos y enseñanzas de su abuelo José. No obstante, su nieta menor, tampoco se equivocaba al llamarlo Cosaco por su apariencia cuando lucía un gorro de caza que ella misma le había bordado, además estos eran guerreros por excelencia y gran amantes de la libertad. Amén el general.
Esta relación tan fraternal como íntima era la que identifica a la de Don José de San Martín con sus nietas, y eso quiso reflejar el escultor Ángel Ibarra García en su obra El Abuelo Inmortal. El monumento fue inaugurado el 11 de diciembre de 1951 en la Plaza Grand Bourg, valiendo la ocasión en que ese día llegaban desde Francia los restos de la hija Mercedes Tomasa, del esposo Mariano Balcarce y las cenizas de su nieta María Mercedes Balcarce.
Este año se cumplirán 57 años de aquel día en que el presidente del Instituto Sanmartiniano hacía entrega del monumento a la Intendencia Municipal, a cuyo nombre lo recibió el secretario de Obras Públicas de la Comuna. En medio de incontables ofrendas florales, la banda de música del Regimiento Motorizado de Buenos Aires tocó el Himno General San Martín hasta que el edecán del Jefe de Estado (Juan Domingo Perón) procedió a arriar la bandera para dar finalizado el acto.
Por su parte, Ibarra García se había recibido de ingeniero, pero a lo largo toda su vida se dedicó a la escultura. Para dar forma a este monumento tomo como modelo de las nietas del general a dos jóvenes vecinitas, Lucía Arocena y Susana de Tezanos Pintos. Su amigo, el músico Pedro Ubertone, sirvió de inspiración para realizar las manos del Libertador de América.
Es una figura de bronce con basamento y pedestal de granito. En la piedra fundamental se colocó tierra de Chile y de Perú. Representa a San Martín de anciano con sus nietas. La obra fue costeada íntegramente por el Instituto Nacional Sanmartiniano, el cual se encuentra en las calles Mariscal Castilla y Alejandro Aguado, frente al único monumento que lo personifica de civil.
Fue un evento imponente al que acudieron miembros del Ministerio del Ejército (encabezado por el general Wirth), del Ministerio de Marina, y un amplio personal de la Cruz Roja Argentina. Al otro día, los principales diarios de la época publicaron sendos recuadros sobre el mismo.
Esta fue una emotiva manera de honrar al hombre, mas que al militar. Asimismo, la presidenta de la Asociación Cultural Sanmartiniana de Belgrano, Florencia Grosso, relata una anécdota donde lo describe como persona.
“Un día Pepita, como le decían a Josefa, no dejaba de llorar porque su gato le había dejado maltrecha la muñeca con la que jugaba siempre. Entonces, Don José le entregó su preciado medallón de Bailén para que se calme. A lo que un amigo, le preguntó si era oportuno dejar semejante presea en manos de una niñita. A esto, el le respondió: ` ¿De qué sirve una medalla sino puede detener las lágrimas de una niña?”, nos describe la escritora del libro “Remedios de Escalada de San Martín”.
Asimismo, el escritor y poeta Arturo Capdevilla lo glorificaba como “¡Abuelo Inmortal de los buenos y sabios consejos! Que siempre seas con nosotros y nos enseñes todas las virtudes capaces de hacer de cada niña de América una gran mujer; de cada muchacho americano un hombre de bien, y de nuestras naciones, hogares abiertos para una nueva humanidad por fin libre, segura y feliz”.