La comunicación visual es una de las tantas prácticas que cambió a partir de la llegada de lo digital y, por lo tanto, no se puede plantear el tema de la imagen separado de los otros campos. Es necesario explicar el contexto en el que surge lo digital en la Argentina y en el mundo en general.
Una vez explicado el contexto, partimos de la premisa de que lo digital no hace buena o mala la comunicación conforme a la imagen. La prensa, desde su nacimiento, informa o desinforma, independientemente de los formatos que se empleen. Alejandro Raiter, Doctor en Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, expone que “el mundo de la globalización es un mundo de percepciones: fuerte influencia de los medios y capacidad de generar representaciones de los fenómenos sociales”.
La diferencia entre decir y ver, entre la palabra y la visión, es central en el ensayo de Michel Foucault, Locura y Civilización. En esté, se exhiben varias inquietudes que muestran el acaecimiento, fortalecimiento y aumento de las culturas visuales en el campo de los estudios culturales y críticos, su entrada a los departamentos universitarios y las publicaciones aplicadas a esta área de estudio. Asimismo, uno de los orígenes que conseguiría promover las culturas visuales sería el postestructuralismo y en particular Foucault.
Por su parte, Deleuze asevera que los estratos emulan las “capas sedimentarias”, formaciones históricas hechas de objetos y palabras, de ver y de hablar, de visibles y decibles. En síntesis, la vista y la voz. Deleuze desarrolla tanto los contenidos como los enunciados (por ejemplo, la escuela y los que están en ella para los contenidos; los programas de cada materia y la docencia, para las expresiones). Así, un período no antecede a los enunciados que lo pronuncian ni a las visibilidades que lo habitan.
Potencialmente, los sedimentos involucran una división de lo visible y lo enunciable. Se ocasionan mutaciones del conocimiento, porque una visibilidad ha alternado la forma y unos enunciados han transformado el sistema. De esta forma, los modos de hablar (discursividades) y las formas de percibir (evidencias) se ajustan específicamente en cada sedimento.
El saber se delimita por las composiciones entre lo visible y lo enunciable ceñido en cada estrato o formación histórica. Incluso, anomalías como la práctica sensitiva de un tiempo, las influencias de lo apócrifo, las imágenes, el pensamiento tradicional, entre otras percepciones, siguen la trayectoria que establece el saber como “unidad de estrato”.
La arqueología del saber radicaría en revelar las discursividades y visibilidades de un estrato desde su funcionamiento como componente del conocimiento, incluso sus dividendos, deslizamientos, su fabricación, etc.
No obstante, tanto las visibilidades como los enunciados no son incuestionables; es necesario “desmembrar” las palabras y las cosas para hallar los enunciados y la claridad de los estratos. Porque los enunciados no están en las palabras y las visibilidades no están en los objetos (Deleuze, G., & Guattari, F: 1987, p. 81). Esto expresa que cada ciclo asume su modo respectivo de concentrar su lenguaje.
En tanto, las visibilidades no son fácilmente vistas ni visibles. También son imaginarias si uno se restringe a las formas y a las entidades sin concientizarse de que la luz es la que las hace realidad. Por ejemplo, las construcciones no son sólo bloques, sino que son básicamente luz que delimita lo contemplado y lo no descubierto, lo luminoso y lo sombrío, lo velado y lo límpido, etcétera.