Recientemente el gigante del streeming Netflix estrenó la película “Percy vs. Goliath”, una producción, que cuenta con una gran actuación de Christopher Walken, en la que se expone una versión del caso “Monsanto Canadá Inc. v. Schmeiser”, donde un productor agrícola canadiense decidió enfrentar en la justicia a la compañía estadounidense luego de que ésta detectara en 1998 un uso no permitido de la recientemente introducida colza tolerante a glifosato.
La película pretende mostrar que el productor en cuestión, Percy Schmeiser, le ganó a Monsanto, pero lo que sucedió en realidad es que perdió el juicio. Lo que si describe muy bien es el esfuerzo y trabajo de una familia agricola, que año tras año ha logrado mejorar sus cosechas.
El film tambien describe la lucha de los pequeños agricultores contra el ingreso de semillas alteradas, sin la posibilidad de reproduccion, natural, y la falta de politicas en defensa del sector que provee de alimentos a toda la poblacion, y la proteccion a grandes potencias.
Todo comenzó cuando la filial canadiense de Monsanto, al detectar que el productor estaba usando la colza tolerante a glifosato sin pagar regalías, envía una carta –tal como sucedió en la Argentina con la soja Intacta– para cobrar el canon correspondiente.
Pero Schmeiser dice que no sabe nada al respecto y decide llevar el caso a la justicia, donde pierde tanto en la primera como en la segunda instancia, dado que los jueces entienden que, más allá de cómo llegaron las semillas a su campo, el productor incurrió en una violación de una patente de Monsanto (el gen de tolerancia a glifosato).
El 21 de mayo de 2004, la Corte Suprema de Canadá finalmente falló 5 a 4 a favor de Monsanto, al validar que el productor había realizado un uso indebido de una patente de la compañía. Sin embargo, la Corte consideró que, como Schmeiser no había pulverizado el cultivo de colza transgénica con glifosato, no había entonces logrado obtener ventaja alguna del mismo y, por lo tanto, no correspondía que se haga cargo de las costas legales de Monsanto. Es decir: si bien consideró que el productor había cometido una infracción, lo hizo “zafar” del oneroso proceso legal que Monsanto había encarado con un ejército de abogados.
Lo que la película intenta mostrar como una “victoria” de Schmeiser, en realidad no fue tal, porque el productor perdió el juicio, aunque, con gran “cintura política”, los jueces de la Corte Suprema evitaron que vaya a la quiebra para impedir quedar mal frente a la comunidad agropecuaria canadiense.
Lo cierto es que el fallo aumentó la protección disponible para las empresas biotecnológicas en Canadá, dado que determinó que la protección de un gen patentado se extiende a su presencia en una planta completa, incluso cuando la planta misma, como forma de vida superior, no puede ser patentada.
La película señala, también erróneamente, que el fallo de la Corte Suprema logró frenar la introducción del trigo transgénico en Canadá, lo que no es cierto, pues eso ocurrió por temor a represalias comerciales de clientes externos, tal como sucedió, precisamente, con la colza transgénica, que fue aprobada en Canadá pero ningún otro país del mundo avaló