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Hoy nos encontramos a seis años del primer grito de Ni una menos.
¿Por qué surgió? y ¿Cómo surgió?
La promotora fue la periodista y cronista Marcela Ojeda que venía cubriendo de cerca demasiadas historias de femicidios impunes.
El detonante final fue la noticia de que habían encontrado muerta a Chiara Páez, la chiquita de catorce años que desde hacía días buscaban en Rufino, y a raíz de eso fuimos muchas las que pensamos en todas esas otras mujeres y chicas descuartizadas, empaladas, quemadas, torturadas, descartadas en bolsas de basura.
Fuimos muchas las que pensamos en todos esos cuerpos rotos. En esas vidas rotas. Como no podían tenerlas, las mataban y las tiraban en descampados como si fueran cosas, como si esas vidas no hubieran valido nada.
Chiara estaba embarazada. Fue asesinada a golpes por su novio de dieciséis años: la enterró, se sospechaba que con la complicidad de su familia, en el patio trasero de la casa de los abuelos. Después comieron el asado del domingo, a pocos metros, como si una nena muerta en el jardín fuera un hecho de la naturaleza.
Ese mismo día se empezó a organizar lo que sería la primer marcha de Ni una menos, y nuestras voces formularon un pedido colectivo pidiendo que pare la violencia patriarcal.
Este pedido trascendió con el tiempo, y los femicidios lamentablemente también.
No son meros números, es el registro social de aquello que el Estado no hace a pesar de estar obligado.
La violencia patriarcal se cobra de una vida cada 23hs, y los medios hegemónicos te muestran la cara de la víctima nunca del femicida, al mismo tiempo que reproducen estereotipos machistas.
Muchas de las víctimas de femicidio habían denunciado previamente al agresor. Al menos 14 de ellas tenían medidas de protección vigentes, y 41 habían denunciado previamente a su agresor. Lamentablemente, la ausencia de seguimiento del caso, la desidia o el abandono no lograron evitar la muerte de estas mujeres.
En el 84% de los casos estas mujeres conocían a su agresor y en el 59% de los casos, se trataba de una pareja, expareja de mujeres o mujeres o varones travesti-trans agredidas. Esto evidencia que la falta de oportunidades para las mujeres travesti-trans genera una oportunidad para la violencia de género, para el transodio.
Las más vulnerables durante la pandemia, las primeras en ser expulsadas de sus trabajos, las más precarizadas. Seguimos pidiendo igualdad salarial, una ley de cupo laboral travesti-trans, una efectiva implementación de la ley de interrupción voluntaria del embarazo y este año se incluye al pedido una reforma judicial feminista.
¡Seguimos pidiendo la aparición con vida de Tehuel!
Decir Ni una menos es fuerza, es decir basta a esta violencia patriarcal que nos mata, nos enfrenta, nos controla, nos estereotipa, este año nos encuentra con aborto legal, pero recordemos que no tiene que dejar de ser voluntario.
Sentimos la muerte de cada piba como si la conociéramos. Estamos hartas. No queremos tener miedo a desaparecer, no queremos seguir diciendo que si desaparecemos rompan todo. No desaparecemos, nos matan, nos violan. Recordemos que violencia no sólo es la física también es la psicológica y económica.
Ante todas estas injusticias, ante este sistema judicial patriarcal Ni una menos es resistencia y solidaridad, es encontrar esperanza y alegría en una marcha, es el compañerismo cuando se unen nuestras voces al grito de ni una menos por todas, por las que están y por las que ya no.
Ni una menos, vivas nos queremos.
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