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La vida tiene muchas formas de manifestación, tantas como podemos observar, son tantas que posiblemente no alcancemos a conocer todas. Porque la vida no es solo lo que se ve, sino también, y sobre todo, lo que no se ve. Lo que vemos, es materia, una manifestación de la energía. Estamos condensados en un cuerpo, que se mueve, piensa, hace y siente, estas acciones son producto de la energía.
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Para conocer la energía, no hace falta ir a la universidad, sólo hace falta observar. Lo que nos rodea, y sobre todo a nosotros mismos.
No podemos tocar nuestros pensamientos, pero tampoco podemos negar que existen.
Tampoco podemos tocar nuestros sentimientos, y ellos están ahí, sentimos. El cuerpo expresa lo que estamos sintiendo. Estar feliz o estar enojado, es una expresión de eso que sentimos y pensamos.
La energía se expresa. Y cada forma de expresión tiene una frecuencia. La frecuencia es el número de vibraciones en un tiempo determinado. Cuando mayor es la vibración, más sutil, es la energía.
Un claro ejemplo: Pensemos en un ventilador, cuando la lo ponemos en un nivel de velocidad lento, podemos ver sus alas girar. Sin embargo, en cuánto aumentamos su velocidad, llegado un momento, dejamos de ver las aletas y comenzamos a ver una delgada línea. Su frecuencia aumentó y su energía se expresa de manera más sutil.
Cuanto menor es la vibración, hay mayor densidad, lo cual nos indica algo con mayor volumen, materia, cuerpo.
Lo más denso, la Tierra (Cuerpo).
Luego el Agua (Emociones) es más ligera que la Tierra.
El Viento (Pensamientos) es más ligero que el Agua.
El Fuego, la Luz (La esencia, el yo que observa) es más sutil que el aire.
Todo lo que existe, tiene una frecuencia. Incluso la tienen nuestros pensamientos y sentimientos.
Plantas, animales, rocas, cada cosa que existe, está hecha de energía y tiene una determinada frecuencia y configuración energética.
A diferencia del resto de las cosas, los seres humanos tenemos la capacidad de cambiar o poder modificar conscientemente la frecuencia. Elegir en qué frecuencia vibrar.
En frecuencias más altas, todo se vuelve más liviano, ahí podemos soltar las cargas, los pensamientos negativos y las emociones que nos incomodan.
Es aquí donde vamos a hablar de la importancia de ser conscientes de nuestra energía, de que somos energía. Conocer la energía es conocer la vida. Observarnos, conocernos… para poder cultivar pensamientos y sentimientos más elevados. Que nos permitan sentirnos bien y tener una mejor calidad de vida.
Consciencia para poder saber que soy energía, y puedo elegir la forma en que quiero manifestarme. Elevar nuestra frecuencia, enfocarnos en las cosas que nos hacen bien y queremos, nos permitirá vibrar de la forma en que queremos.
Hay que saber, que elegir es un poder que tenemos los seres humanos, y no podemos renunciar a él, ni escaparnos. Si ante una determinada situación, decidimos no hacernos responsables de la capacidad de elección, de algún modo, vamos a estar eligiendo: no hacernos responsables de poder elegir lo que queremos. Y eso va a tener sus efectos.
Una de las leyes de la energía, es la Ley Universal de Causa y Efecto. Toda Acción va a tener una Reacción, todo está compuesto de Causa y Efecto. Las emociones son incontrolables, ellas aparecen y nosotros las sentimos. Lo que si podemos elegir, es qué hacer con eso que sentimos. Podemos entregarnos a ello, y elegir permanecer en esa emoción, o podemos observar que es lo que me está haciendo sentir así y mover nuestra energía, accionar, para cambiarlo.
Siempre estamos eligiendo.
Algo interesante es que ante cada situación que nos pide algo que en un principio no sabemos cómo, podemos rendirnos simplemente porque “no tengo como” o “no puedo”, “no sé”, o podemos elegir hacer algo, abrir posibilidad, aprender para saber, o intentarlo hasta hacerlo bien y lograrlo.
Enfocar nuestra energía en las soluciones y no en los problemas, es un ejemplo de elegir en qué frecuencia vibrar.