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Alfredo Willimburgh, “Willie”, para quienes tuvimos el honor de conocerlo, fue uno de esos seres imprescindibles, de los que desearíamos que hubiera en cada esquina. Su talento como fotógrafo solo podía ser opacado por su talento como persona.
Lamentablemente, hoy recibí la noticia de que el viernes nos dejó físicamente, y por eso decido escribir esta despedida entre lágrimas, aun sin poder creerlo. Siento que nada de lo que escriba estará a la altura de sus fotografías, de sus documentales, de su habilidad de relojero, su excelencia como docente y, por sobre todo, de su don de persona.
Alfredo Willimburgh: Un educador brillante
Popularmente conocido como el “que descubrió a Valeria Mazza” en ese desfile en Entre Ríos, el que fuera un emblema de la editorial Atlántida, donde dejó su huella en miles de publicaciones. Fotógrafo de la revista “Para Ti”, “La Nación” y editorial “Abril” en la revista “Claudia”.
De todas formas, quiero enfocarme en su talento docente, tal vez el que aprendió de chico cuando se iniciaba como asistente de relojería en su Paraná natal, enseñado por un experto austriaco que le enseñó la profesión. Sin embargo, su talento visual viró hacia la fotografía y allí dejó un destello imborrable de su obra artística en la República Argentina.
Un viernes me invitaron a actuar como jurado en Paraná para la elección de Miss Entre Ríos. Voté por ella y no me equivoqué: ganó la banda, la corona y el cetro. Terminando el desfile, la madre de Valeria se acercó a mí y me dijo que le gustaría volver a verme en Buenos Aires. Una semana después, madre e hija llegaron al estudio de Atlántida. En ese momento, yo estaba por hacer una foto para la página de ofertas de Para Ti. Pero la modelo no convocada no llegó, y entonces le propuse a Valeria que posara. Aceptó, y así nació su primera imagen publicada en Buenos Aires
Alfredo Willimburgh
Altruismo sin parangón
Su espíritu incansable lo impulsaba siempre por más, dio clases en la Escuela Argentina de Fotografía (EAF) entre otros lugares, porque tenía la humildad y la grandeza, que lamentablemente no tienen todos los iluminados en el arte, de compartir sus conocimientos.
Su generosidad siempre quería que mejoraras hasta el más mínimo detalle, tanto en lo profesional como en lo personal. Si hay “titos” y “cokis” entre mis lectores, sabrán que es minúsculo lo que describo comparado con su pasión por la docencia. Si me está observando, le pido perdón, porque hoy sí que no me puedo quedar “serenito”. Ojalá se lo vuelva a escuchar.
Willie amaba enseñar y transmitir sus conocimientos a nuevas generaciones. Sus clases se destacaban por su paciencia, dedicación y el afán de sacar lo mejor de cada estudiante. Formó a fotógrafos reconocidos que luego siguieron sus pasos con gran éxito. Su huella como maestro perdurará en todos aquellos que tuvieron el privilegio de aprender de este gran mentor de la fotografía argentina.
Despedida a un gran maestro
Con la partida de Alfredo Willimburgh, el mundo de la fotografía pierde a uno de sus grandes talentos, quien supo capturar la belleza y sensibilidad únicas de nuestro país. Pero más que sus logros artísticos, lo que realmente quedará en nuestros corazones es el recuerdo de su calidad humana. Su generosidad, humildad y amor por enseñar hizo de él una persona excepcional.
Hoy lloramos la partida de un gran fotógrafo, pero sobre todo de un extraordinario ser humano. Adiós querido Willie, gracias por compartir tu arte y tu sabiduría con nosotros. Tus enseñanzas y tu espíritu generoso vivirán para siempre en quienes tuvimos el privilegio de conocerte. Descansa en paz, maestro.