La necesidad de fomentar la violencia simbólica como temática de debate mundial es sustancial para adquirir conocimientos colectivos y para un respeto a la diversidad cultural a través de iniciativas y proyectos futuros.
La hostilidad simbólica es una agresión que somete al otro sin que esta sea vista como tal. A través de discursos y agendas, los grupos en el poder determinan discernimientos corporativos, interpretaciones impuestas, que se tornan así por prácticas frecuentes de institucionalización de pensamientos y declaraciones que propagan la discriminación y marginación entre comunidades raciales.
La violencia simbólica es un concepto concebido por el sociólogo francés Pierre Bourdieu, que apareció a principios de la década de 1970 en su literatura. La violencia simbólica encarna una especie de violencia no física reproducida en la disparidad entre clases sociales.
La agresión sistémica es, por procesos económicos, una normalización de la desigualdad y de la opresión por acciones políticas (Barrón, 2010; Soto-Sánchez, 2016; Žižek, 2010). La discriminación se establece a través de sistemas monetarios que generan la dependencia de los ingresos [1].
El fomento de la cultura mejora la comunicación, la sociabilidad y la unidad en el lugar de trabajo al desarrollar ciudadanos bien informados y sensibles. Particularmente cuando se comunican con personas de otro país. Si estas personas se entremezclan con compañeros de otra cultura, estarían dispuestos a generar aperturas positivas y comprenderá a otras personas de las que están apartados.
[1] Sánchez, A. P. S. Violencia sistémica y simbólica a la autonomía de los Pueblos Indígenas. Retos y preguntas a la Educación Superior Intercultural en Oaxaca.