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Las redes sociales junto con las políticas editoriales de los medios de comunicación monopólicos han logrado constituir para muchos una especie de “realidad paralela” que llega a ser más creíble que la realidad efectiva

“Lo terrible (Entsetzende) es aquello que saca a todo lo que es de su esencia primitiva.  ¿Qué es esto terrible? Se muestra y se oculta en el modo como todo es presente,  a saber, en el hecho de que, a pesar de haber superado todas las distancias,  la cercanía de aquello que es sigue estando ausente.” Martín Heidegger. La Cosa

Redes Sociales, Cercania – Lejania  

El tiempo que vivimos no puede ser entendido sin referencia a la Infoesfera definida por  Franco Berardi como ”espacio saturado de info-estímulos que excita continuamente el organismo consciente y sensible, movilizando su atención, suscitando la reactividad automática, y paralizando en consecuencia las capacidades de imaginación” . Es a partir de ella que podemos comenzar a pensar la imbricación entre patogénesis y las nuevas formas relación social que en otros tiempos serían definidas como psicóticas y que se constituyen en una importante influencia sobre el actuar colectivo de las personas.

Las redes sociales junto con las políticas editoriales de los medios de comunicación monopólicos han logrado constituir para muchos una especie de “realidad paralela” que llega a ser más creíble que la realidad efectiva. Se forma parte de la red a partir del “personaje” de sí mismo y lo más preocupante es que a veces se llega a creerlo, provocando el aislamiento en tanto el encuentro real con el otro evidenciaría la discordancia entre la realidad virtual construida y la realidad efectiva

redes sociales
Realidad efectiva Vrs Realidad virtual

En las redes sociales observamos una epidemia de simulación donde gran parte finge tener lo que no tiene, en un arco que va desde una sencilla imagen que produce para mostrarse feliz hasta una imagen elaborada por distintos filtros donde se quita algunos años o cambia algunos detalles por medio de “retoques”. La simulación opera eliminando supuestas distancias sociales a costa de ausentar lo más cercano, lo singular, lo propio, que es revestido por una imagen que circula como mercancía a la caza de muchos “me gusta”. En las redes sociales se finge individualidad y libertad de pensamiento, formando parte de una masa repetidora de memes, interpretaciones y noticias falsas, donde se ausenta toda posibilidad de preguntar o preguntarse.

Si bien es cierto que muchas personas participan de las redes sociales haciendo un buen uso para comunicarse con amigos y compartir algunas cosas con los demás, (este artículo no trata sobre el buen uso), también es cierto lo que afirma Gustavo Dessal al decir que las redes sociales “constituyen un espacio propicio para alojar el discurso del psicótico ordinario” agregando que “las teorías delirantes encuentran además un número incalculable de fieles que no podrían ser considerados clínicamente psicóticos”.

Pareciera que la caída de los Ideales y los Grandes Relatos ha producido ,entre otras cosas, la emergencia de creencias delirantes que se transforman en pequeñas religiones sin iglesias, llenas de creyentes, mientras la canallada ideológica se esfuerza en articularlas a discursos políticos para la promoción de intereses que apuntan a la ruptura de los lazos sociales, en nombre de una libertad que se ubica anterior al pacto social recordemos que el origen y base ética del Contrato Social en la que se construyen los gobiernos democráticos es la preservación de la vida propia y de los otros, lo que implica la renuncia a la libertad absoluta de hacer lo que se quiera.            

La Pandemia se ha convertido en escenario privilegiado en el cual podemos observar la dinámica de los intereses políticos, económicos, geoestratégicos que no tienen ningún reparo en utilizar desde las creencias delirantes de la red hasta la fabricación de fake news a efectos de cumplir con sus objetivos en un país donde la “libertad de prensa” se ha convertido en la libertad de publicar cualquier cosa impunemente, sin tener que responsabilizarse por las consecuencias sociales y políticas de la “información” que se brinda… después de todo el lema pareciera ser “el fin justifica los troles”

Para intentar entender un poco la dinámica de lo que circula en la Red puede resultar útil hacer referencia a distintas posiciones subjetivas de quienes participan en la Infoesfera y explican algunas de las respuestas en el ámbito social en un contexto complicado dado que los contagios del COVID 19 llevan a la muerte a muchas personas y a otras les deja secuelas de por vida.

Memes en la red

Debemos tener muy en cuenta que no es lo mismo apelar a la “responsabilidad individual” en una época donde existía un Otro al que “responder” (sean los Ideales Sociales, la Religión o la Ley) que en nuestro tiempo donde sólo se responde al imperativo de gozar. Lo imperdonable no es si alguien se contagia y enferma, lo imperdonable para este tiempo donde se entroniza el “Yo” es no disfrutar lo suficiente y eso es algo que vemos en estos días en playas, bares, fiestas clandestinas donde la salud de los otros importa muy poco, si tienen que limitarse en los placeres de la vida.

Es evidente la diferencia entre el discurso moral sobre la “responsabilidad individual” al que hace referencia el gobierno y muchas personas que idealizan la condición humana, y la idea de responsabilidad efectiva para una parte importante de la población en tanto “de lo único que uno es culpable y debe responder es por no gozar lo suficiente”.  Esta es la razón por la que en algunos países directamente se ha decidido multar las conductas que son un riesgo para otros de la misma manera que se multa cuando un semáforo se cruza en rojo, y con sumas que no son menores, después de todo de eso se trata el pacto social, de renunciar a la libertad absoluta para preservar la propia vida y la de los demás. En algunos países europeos sumamente pragmáticos, si lo que elige el sujeto es seguir gozando sin que importen los otros, paga por ello las veces que sea necesario, la Justicia se erige como el lugar al que hay que responder porque su función es regular las conductas sociales.

Fuera de los segmentos sociales de personas orientadas por su propio Ego y de personas convencidas de que el cuidado propio y del otro es lo más importante en esta pandemia, encontramos un segmento diverso que funciona como especie de caleidoscopio formado por pequeños fragmentos donde se articulan ciertas ideas delirantes, la tendencia a la sugestión de muchas personas “indecisas” y la canallada de los grandes intereses políticos y económicos que quieren que todo funcione normalmente sin importar cuantos se enfermen y mueran. En este grupo caleidoscópico se articulan de distinta manera certezas / delirios, la necesidad de creencia (pensamiento mágico) y la Increencia de quienes buscan manipular la situación en función de sus intereses, generalmente políticos y económicos.

Certezas, Creencias e Increencias

“No existe nada más contrario al pensamiento y a la escritura que su actualización en tiempo real en una pantalla o un ordenador. Escribir se basa en la disociación de la pantalla y del texto, de la imagen y del texto. Hace falta una mirada, una distancia”

Jean Baudrillard

Cuando hablamos de certezas hacemos referencia a la producción de frases con significación fija, coaguladas, no dialectizables, basadas en ideas de prejuicio, conspiraciones o místicas que dan cuenta de la imposibilidad para metaforizar lo que sucede en el mundo. Para quien las produce son un intento de decir sobre lo real que le acontece intentando explicar el por qué, a través de un pequeño delirio (aunque también encontramos grandes delirios) que se convierte en testimonio personal y advertencia para los lectores.

En algunas ocasiones dichas certezas se convierten en un ramillete de memes y posteos que dan vuelta una y otra vez sobre la misma idea sobre quien o quienes se han transformado en los Perseguidores o Conspiradores que implacablemente son capaces de cualquier cosa para el logro de sus fines, como colocar chips de seguimiento personal en las vacunas o por medio del engaño de una pandemia que no existe, inocular un cambio en nuestro ADN que podría provocar en algunos casos nuestra muerte por una especie de “obsolescencia programada” del organismo, y en otros, manipularnos para que hagamos lo que ellos quieren. Las variaciones funcionan como vueltas en espiral que siempre terminan (o mejor dicho, inician) en una certeza fundamental. Este mismo mecanismo es el que se utiliza cuando desde las llamadas “campañas sucias” injurian a figuras políticas donde dicho espiral muchas veces se reduce a una frase al estilo “se robaron todo

Meme sobre algunos pequeños delirios

En el “Don Juan” de Moliere, uno de sus personajes llamado Sganarelle afirmaba al borde de la angustia “hay que creer en algo en este mundo” en tanto necesitamos brújulas para orientamos en la vida. Es importante diferenciar creencia y certeza. Jacques Lacan en el Seminario “Problemas Cruciales para el Psicoanalisis” nos orienta afirmando: “Aquellos que están seguros no creen en ello. No creen en el Otro, están seguros de la cosa. Son los psicóticos”. Se puede creer en una religión, en la cábala de sentarse en el mismo lugar y con la misma ropa para que nuestro equipo le gane al rival, en que cada uno crece por el propio mérito, o que los objetos que nos ofrece el mercado puede hacernos felices. Aunque en el fondo no tengamos la seguridad de que así sea seguimos creyendo, nos seguimos sentando en el mismo lugar aunque el equipo pierda (y si cambiamos es para inaugurar una nueva cábala), seguimos trabajando para triunfar y crecer en la vida aunque el vecino que disfruta de la reposera y la pileta no haya trabajado nunca y la pase bárbaro; o consumimos uno, otro, otro, y otro producto descubriendo que la felicidad de haber comprado el auto nuevo termina cuando el vecino estaciona su nueva camioneta.

La creencia en la religión, el equipo de fútbol, los amigos o amigas de la peña de los jueves nos hacen formar parte de una comunidad de creyentes, moviliza el deseo y la imaginación, el tema es que en nuestro tiempo donde las seguridades se han desvanecido (el trabajo en un lugar, la familia, el barrio donde crecimos, etc) estamos cada vez más imposibilitados respecto del encuentro con los otros reales, por lo que muchos acompañan su soledad por medio de las redes que son grandes productoras de signos. A decir de Zygmunt Bauman vivimos en la “modernidad líquida” donde ya no encontramos diques para nuestra angustia siendo que a los seres humanos se nos complica vivir en un estado de soledad e inseguridad. Este punto de fragilidad se convierte en terreno fértil para las certezas que operan obstaculizando la posibilidad de preguntarnos por la causa de nuestro malestar al responsabilizar a un Otro Malo (y sus secuaces) como artífices de nuestras penurias.

Una explicacion al alcance de todos.

Es interesante observar que en este punto de fragilidad pueden suceder dos cosas (1) logran articularse las certezas delirantes con crédulos que necesitan algunas certezas  que les brinden respuestas a su angustia o malestar (2) los increyentes dirigen sus mensajes con el objeto de poner en marcha la duda y golpear en el centro de las creencias que se quieren desestimar (que siempre se asienta en un no – saber) introduciendo dilemas con el objeto de suplantarlas con nuevas creencias en función de los intereses en juego.

No debemos entender la increencia desde el sentido común (como una especie de ateísmo) sino desde la perversión, la estafa, la canallada. El increyente juega con la credulidad desde una posición de desprecio al semejante ocupando el lugar de Amo de la Ley y del saber sobre el goce; por eso desestima los semblantes que orientan la vida de las personas, pero sabe usarlos como una araña teje su tela para atrapar la mosca.

Etimológicamente creencia y crédito tienen la misma raíz y remiten al don y con ello a la dinámica de los intercambios. El increyente por definición no da crédito, reniega de la deuda simbólica y de la Ley que ordena los intercambios sociales.

El Increyente no solo estafa, sino que hace un especial uso de la Ironía con el objeto de desmontar el sistema de valores, los ideales y las creencias de una comunidad, algo que es común observar en grupos de las redes sociales que tienen un determinado objeto (político, religioso, ONGs) donde aparecen los llamados Troles que muchas veces son simples creyentes de un Increyente que ocupa el lugar de Titiritero, y en otros casos empleados que cuyo trabajo justamente es ese. Quizas el mayor problema no sean las certezas o algunas creencias… sino los titiriteros a los que todos estamos expuestos.

Manos de titiritero

También podes leer la siguiente nota sobre “Infancia y Redes Sociales en Tiempos de Covid-19”.

By Horacio Wild

Lic. en Psicología. Especialista Jerarquizado en Psicología Clínica con Orientación en Psicoanálisis.

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