Viernes de locos

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En esta oportunidad ADN Moda decidió charlar sobre, Viernes de Locos, y el estilo de la moda que Anna Coleman acostumbraba a usar, que era nada más y nada menos que el punk.

¿Viernes de locos 2?

Ya tiene fecha de estreno y elenco confirmado. Dos décadas después de que Un viernes de locos llega a la pantalla como una hilarante comedia familiar, sus protagonistas Jamie Lee Curtis y Lindsay Lohan volverán como madre e hija en una nueva película que retoma la historia de sus personajes.

Este 24 de junio, Disney Studios anunció formalmente el inicio de rodaje del proyecto Viernes de Locos 2, el cual se rumoreaba desde el 20° aniversario del primer filme. La compañía también confirmó que Un viernes de locos 2 se estrenará en cines en 2025.

En el reparto del filme, Curtis y Lohan retomarán los emblemáticos personajes de Tess y Anna Coleman. La historia original presentaba un insólito intercambio de cuerpos entre madre e hija debido a un hechizo místico. El suceso desencadenó una serie de situaciones cómicas y caóticas mientras ambas trataban de solucionar el problema.

Además de las protagonistas, el elenco convocó también a Mark Harmon como Ryan, el futuro esposo de Tess. Chad Michael Murray regresará como Jake, el interés amoroso de Anna en la secundaria.

La nueva entrega, Viernes de Locos 2 es descrita como una “historia multigeneracional” y se sitúa años después de los eventos de la primera película. Ahora, Anna es madre de una hija de 14 años y tiene una futura hijastra.

Según la premisa difundida por Disney, “mientras afrontan los innumerables retos que surgen cuando dos familias se fusionan, Tess y Anna descubren que un rayo sí podría caer dos veces en el mismo lugar” en alusión a la crisis del intercambio de cuerpos que sucedio en la primer vuelta de Viernes de Locos.

Hablemos de la moda punk de Anna Coleman de Viernes de Locos.

De grupo social marginal a cultura de masas; o cómo el capitalismo supo hacer del movimiento punk un fenómeno global con el que la industria de la moda continúa haciendo caja cada temporada.

Nada habla de descontextualización mejor que una foto de los Ramones estampada en las camisetas de una firma de lujo o de mass market. La industria de la moda tiene esa capacidad para fagocitar todo lo que despunta de manera singular.

Que Simone Rocha o Molly Goddard rescaten la estética punk de cara al otoño es un ejemplo más de la capacidad del caos para saber rentabilizarse. Tartanes, imperdibles, prendas raídas, todos estos elementos resultan válidos para hablar de una rebeldía lucrativa que aflora especialmente en períodos de crisis y precariedad.

Junto con la del grunge, la glamourización del punk es posiblemente una de las mayores paradojas del sector: en su torre de marfil, la moda de mediados de los setenta vivía completamente alejada de una realidad marcada por la inestabilidad económica y social.

La clase trabajadora británica era la peor parada en un país que empalmaba recesiones con cifras récord en desempleo e inflación. Las estrictas políticas de Margaret Thatcher alimentaron un movimiento que rechazaba a la burguesía y la clase dirigente: frente al espíritu hippie, la reacción contra el capitalismo definió la cólera de toda una generación, auspiciada por las bandas de música.

Si Nueva York tenía a los Ramones o los New York Dolls, Londres hacía lo propio con The Clash o los Sex Pistols. Y a ambos lados del charco tenían a Malcolm McLaren: la pericia de este empresario inglés lo llevó tanto a definir estéticamente el movimiento como a sacar provecho de él. Las letras y las melodías agresivas de los grupos que representaba se equiparaban con un look que reflejaba deliberadamente la filosofía ‘No future’.

La falta de futuro y de expectativas se traducía en una antimoda lúgubre y apocalíptica, con ropa agujereada, colores oscuros y elementos inusuales, como imperdibles y cadenas. La intención era no dejar indiferente a nadie, algo que consiguió junto a su pareja, Vivienne Westwood. Su tienda SEX (y posteriormente, Seditionaries) se convirtió en el epicentro de la moda punk londinense a base de prendas fetichistas, trajes bondage y camisetas con mensajes provocativos: “Si no tenían que ver con el sexo, era con política […] Lo último que quería hacer en mi local era parecer respetuoso”, confesaría años después McLaren.

By Mariel Aguero

Editora de Columna Mundo Music, Emprendedora, Personal Trainning, Diplomada en Periodismo Digital, notera en Que Pasa Ciudad, Twitter, Facebook, Instagram, Notas Música, Artistas, Instituciones y ONGs

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