“Es la gripe la que me agarró a mí. Vienen los amigos que ayer estuvieron al lado y te reprochan: ‘¿Pero cómo fue? Si ayer estabas lo más bien’. Sí, ayer sí, pero hoy no. Hoy estoy lo más mal. ¿Acaso no puede ser? ¡Comprenderán que no ha sido por gusto! ¿Cómo me va a gustar a mí, que tengo apenas para defenderme dos docenas de glóbulos rojos, perder la mitad? No. Pero me ofrecieron la posibilidad de discutir desde este micrófono, y yo soy capaz de discutir hasta con un glóbulo solo, porque para tener razones no hace falta más que un glóbulo en las venas, pero lleno de convicciones. ¡Porque a mí no me la van a contar!”, así argumentaba sus inolvidables editoriales el ingenioso poeta Enrique Santos Discépolo.
En la actualidad, advertimos una era de disrupción digital, la cual conlleva una exposición e interacción masiva de información. De esta forma, a través de los distintos medios, tanto digitales como los tradicionales, se hostiga de datos y de noticias falsas intentando influir al consumidor. Nunca hubo una práctica tan intensa; ni se permitió, contrario a su idea originaria de libertad de expresión, proyectar tantas historias para ocultar muchas realidades.
En una investigación sobre la preocupación, Irving Janis (1958) advierte que los individuos que adoptan la negación como resistencia consiguen consuelo emocional en la primera experiencia, aunque induce a una inseguridad prolongada para las consecutivas. Al enfrentarse las personas producen angustias, pero progresivamente elaboran los recursos emocionales para enfrentarlos conforme a cada escenario.
En Argentina, nuestros hábitos contemporáneos, nos exhiben comportamientos imprudentes donde los sectores con menores recursos económicos y financieros repercuten los relatos que intentan favorecer los intereses de los sectores dominantes. Sorpresivamente, los persuaden de que el ajuste es la única solución y que la adquisición de un electrodoméstico o el acceso a la universidad es una ostentación que no se pueden permitir.
Discépolo ya se refería a esto cuando le hablaba a Mordisquito (el “contra” de la época) su emisión radial. El incomparable compositor podría narrar así sobre nuestra actualidad: Oíme mordisquito; dame la espalda si querés, quedáte a un lado fumando, envuelto en tu cortina de humo, no me oigas a mí, escuchálos a ellos, a los millones de trabajadores y desempleados esperanzados con que le respeten lo derechos adquiridos y luchando por los que les faltan alcanzar. Esto es la respuesta de tanta intolerancia y crueldad por parte de muchos patrones y dirigentes que no tiene escrúpulos en afán de su propia avaricia, de los cuales te hiciste el distraído ni criticaste con tanta virulencia. Revisá la historia Mordisquito, esos millones de personas no vienen a defender una idea y un privilegio solo porque sí. ¡Porque a mí no me la van a contar!