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En un tiempo donde el Otro muestra toda su inconsistencia y la tecnología invade los distintos espacios de la vida, la infoesfera se convierte en una versión del Otro que brinda sentidos al malestar, pero también favorece el enfrentamiento entre unos y otros, generando odio, que al decir de Freud es un sentimiento “profundo y duradero, intensa expresión de animosidad ira y hostilidad hacia una persona, grupo u objeto”
Los Medios de Comunicación en la actualidad ocupan el lugar del Otro Social desplazando a las clásicas instituciones modernas (la familia, la escuela, las iglesias). La fragmentación discursiva es ilusoria en tanto no se discute la infraestructura económica y las relaciones de poder sectorial de nuestro tiempo… que cada cual goce y odie como quiera, pero que nadie discuta el capitalismo financiero.
Lo que persiste
En las distintas épocas los discursos sociales cambian, siendo sus consecuencias nuevas formas de lazo social, o en el caso de la subjetividad neoliberal, nuevas formas de no – lazo. Si, por un lado, tenemos aquello que cambia junto con la cultura, por el otro encontramos aquello que persiste en la condición humana siendo caracterizado por Freud de la siguiente forma en “El malestar en la cultura: “el hombre trata de satisfacer su necesidad de agresión a expensas del prójimo, de explotar su trabajo sin compensarlo, de usarlo sexualmente sin su consentimiento, de desposeerlo de sus bienes, de humillarlo, de infligirle sufrimientos, de martirizarlo y matarlo”
Los seres humanos no contamos con un programa instintivo como sucede con el resto de los animales; a diferencia de ellos disponemos de un largo período de crecimiento mientras los otros cubren nuestras necesidades biológicas y nos introducen en la cultura. En ese tiempo inicial la mirada cumple un rol esencial mientras la palabra, que viene del Otro, se ensambla con el cuerpo de manera contingente para constituir esa primera identificación inaccesible que permite comenzar a construir el espacio, el tiempo, lo placentero, lo displacentero y lo más singular de cada uno: la modalidad de goce inicial funcionará como el pie pivote del basquetbolista ya que si nos movemos hacia un lado estamos en lo irrepresentable, y hacia el otro en dirección al Otro, donde comenzamos a constituir nuestro deseo al preguntarnos ¿Qué quiere el otro de mí?
Jacques Lacan en su Seminario 16 explica que en un primer tiempo el organismo enmascara un cuerpo fragmentario y descoordinado asumiendo una imagen siendo una de las características de este tiempo una frase que resuena o resonará toda la vida de distinta manera: “o yo, o el otro”. Para convertirnos en sujetos e introducirnos en la cultura será necesario un segundo tiempo que es el de la palabra. Nos dirigimos al Otro simbólico para apropiarnos de algún sentido y de esta forma entre otras cosas, lograr cierta consistencia. A partir de allí ingresamos al circuito de la significación. En ese Otro encontramos un “tú eres…” que se convierte en la arcilla significante que bordea el vacío innombrable dando forma al ser, como un ánfora que rodea y delimita el vacío.
El tercer tiempo nos lleva del “tú eres” al “yo soy” brindándonos una consistencia corporal y de sentido, siendo el Ideal del Yo quien marca la relación con los otros. El deseo como tal, se configurará a partir de ese borde en dirección al Otro. Lacan dice “Me demando lo que tú deseas”, “Te demando lo que es yo”, conformarndo la conocida sentencia de que “el deseo es el deseo del Otro”, vulgarmente entendida como “mandato”, aunque realmente se trata de un enigma sin respuesta que podría pensarse de la siguiente manera “¿Qué quiere el Otro de mí?, porque el deseo – función, al ser un vacío, una falla, no puede ser dicho.
Es en el borde donde se articula el Ideal del Yo y posteriormente con la cultura, los Ideales, que son lo único que podemos saber del Otro y que si bien no brinda respuestas últimas, al menos obtenemos sentidos. En un tiempo donde el Otro muestra toda su inconsistencia y la tecnología invade los distintos espacios de la vida, la infoesfera se convierte en una versión del Otro que brinda sentidos al malestar pero también favorece el enfrentamiento entre unos y otros generando odio, que al decir de Freud es un sentimiento “profundo y duradero, intensa expresión de animosidad ira y hostilidad hacia una persona, grupo u objeto”
Estribillos mediáticos
Los Medios de Comunicación en la actualidad ocupan el lugar del Otro Social desplazando a las clásicas instituciones modernas (la familia, la escuela, las iglesias). La fragmentación discursiva es ilusoria en tanto no se discute la infraestructura económica y las relaciones de poder sectorial de nuestro tiempo… que cada cual goce y odie como quiera, pero que nadie discuta el capitalismo financiero.
Los estribillos de los medios y de las redes operan como grandes titiriteros sociales donde cada uno elige su propio estribillo con el cual enfrentarse a los otros (previamente señalados por dichos medios). La injuria y el insulto son el cese de cualquier posibilidad de palabra, el mayor grado de desencuentro con el otro y con los otros, la negación de la vida. El odio como pasión impide pensar, desresponsabilizando a cada sujeto de la parte que tiene que ver con lo que le pasa. Para quienes tienen una mayor fragilidad psíquica el estribillo mediático funciona como mandato con el riesgo del pasaje al acto, en cambio para el resto de la población, operan minando la creencia en las personas / grupos buscando el efecto de desalentar su apoyo en función de los “sponsors” de la actividad mediática y de redes.
El filósofo José Pablo Feinmann en su conocido programa “Filosofía para todos” afirmaba que cuando se subía a un taxi, al escuchar al conductor se daba cuenta rápidamente qué radio escuchaba. Los estribillos mediáticos y de la infoesfera no están del lado de la complejidad de los Ideales Sociales que implican una sistematización y ordenamiento de la visión del mundo denominados “Grandes Relatos”. En tanto fragmentarios y casi reducidos a palabras intrusivas (insultos) o filacterias – como los memes donde una imagen es acompañada con una frase o leyenda –, son microrrelatos apoyados en la Injuria que atentan contra la existencia misma del otro, la dignidad de una persona/grupo, a su credibilidad, con el plus de señalar que esa persona/grupo serían los causantes de nuestro malestar por lo que hay que “exterminarlos” (palabra escuchada estos días de la boca de un referente político).
El insulto mediático alimenta lo que persiste en la condición humana, el núcleo incivilizado, propiciando el desarme de aquello que ha sido trabajoso para la cultura a través de la familia y las distintas instituciones, como orientar distintos caminos con los cuales se evite la satisfacción producida en el daño al otro.
Los llamados discursos del odio consideran la alteridad como enemiga por lo que existiría el pleno derecho de explotarlo sin compensarlo por ser inferior y ventajero (Planero! -dice el estribillo), desposeerlo de sus bienes que incluyen su propio cuerpo que a decir de algún político debiera poder desmembrarse para vender los órganos como forma de acceder al “mercado” y obtener un rédito y por supuesto… infligirle todo tipo de sufrimientos hasta que muera y si no lo hace… matarlo. Como decía otro político en estos días “son ellos o nosotros” donde la “o” muestra claramente la exclusión y el enfrentamiento mortal que se propicia.
La película polaca “Hater” – que puede verse en Netflix – es ilustrativa de aquellas personas que en la red se dedican a difamar, criticar de forma destructiva personas, grupos sociales y empresas, formando parte de un circuito donde los intereses sectoriales (empresariales y/o políticos) son los clientes. En ella se muestra la historia de Thomasz, que luego de ser expulsado de la universidad por plagiar una tesis, comienza a trabajar en una empresa de “Relaciones Públicas” dedicada al marketing empresarial – político y también a la difusión de noticias falsas con clara intención de perjudicar a personas o empresas competidoras de sus clientes. A partir de su trabajo puede ubicar distintos individuos para hacerlos actuar en función de su “negocio”. Las consecuencias del trabajo del Hater pueden verse en la película (prefiero no spoilearla) mostrando cómo la amplificación que ofrece la red favorece no solo la difusión de discursos de odio, sino la localización de personas que podrían llegar a actuar (pasar al acto) de ser necesario, facilitando el cumplimiento de los objetivos del “cliente”.
En las conferencias de Brasil dictadas por Michel Foucault, publicadas bajo el nombre “la verdad y las formas jurídicas”, el autor hace referencia a que el “linchamiento” es anterior a la existencia de la Ley. Si la cultura no encuentra los medios y las formas jurídicas para evitarlos, avanzaremos hacia un país cada vez más tribalizado y peligroso.